Peñón del Cuervo

Chimenea de la fábrica de cemento, 114 metros.
El techo de Málaga

Viaje dentro de la propia ciudad. Paisajes apenas frecuentados. Escenarios pérdidos en la retina de la memoria aparecen al principio de este verano malagueño. Aparco el coche pasado el Club Náutico El Candado. Veo varios bancos de madera que parece recién sacados de la película Una proposición indecente, aquella de Paul Newman y Demi Moore (Give me more). Yendo por el camino, dirección Este, los ciclistas sortean a los que corren, solos o en pareja, con vistas al mar.

Al fondo se divisa la imagen del Peñón del Cuervo, referente lírico de Rafael Pérez Estrada y de tantos poetas del ayer cada vez más necesario. Hay varios playeros que leen libros en la misma orilla y pescadores cazando con su caña. Un reloj de arena, de 2002, preside la playa que tiene 2.250 metros de longitud y 50 metros de anchura, según reza una señal.

La neblina oculta la imagen de la ciudad. Ni rastro de La Malagueta, la Farola o la Catedral. Tan sólo se adivinan las cuatro grúas de colorines (azul y rojo) que han cambiado la perspectiva del Puerto, al fin, ya en obras. En el Peñón del Cuervo todavía parecen oírse los sonidos de Bryan Ferry o Joe Cocker en los conciertos de Terral 2007. Aún no han retirado las vallas metálicas.

«En recuerdo de la ayuda que el pueblo de Canadá de la mano de Norman Bethune a los malagueños que huían en febrero de 1937″. Es el recuerdo que figura en el Paseo de los Canadienses, que comunica el Peñón del Cuervo con la Araña. En la entrada del túnel figura esta pintada: «Fugitivos ayer y hoy hacia la libertad. Contra el fascismo».

En este mismo escenario, en diciembre de 2005, Antonio Banderas intentó rodar una secuencia de El Camino de los Ingleses en la que Moratalla y Babibura, con su Mobylette roja, cruzan el paseo e increpan a los bañistas. Stella del Carmen estaba entre las figurantes. La secuencia finalmente no se pudo grabar. El día no era esplendoroso y había que dar imagen de verano. La Mobylette también falló.

Fábrica de la Araña. Fábrica de Cemento. Cementos Goliat. Financiera y Minera. Distintas denominaciones para la fábrica que señala el fin de la ciudad, el de la carretera de Almería, donde empezó la Desbandá. Hay casas semiabandonadas en la calle Escritor Alarcón Bonel. Me encuentro con el Harley Davidson Málaga Club y un chill-out, el Sens Beach, El mar de los sentidos, con hamacas blancas, donde bronceadas ninfas de cintura de avispa buscan tomarse una copa tranquila mientras el sol sigue agonizando.

La chimenea de la fábrica de cemento se ha convertido, casi sin quererlo, en uno de los hitos arquitectónicos de la ciudad. Se divisa desde Guadalmar. La otra punta de Málaga. La chimenea (114 metros, el techo de la capital) que parece un Mecano, como el del parisino Museo Pompidou. Gris acero, amarillo y azul. Y hay ruido, el de la carretera y el de la fábrica, donde trabajan un enjambre de obreros chinos.

Continúa el ocaso. Y la niebla. Las gaviotas no aparecen por el Peñón del Cuervo. Tampoco los cuervos. Cumplo la visita y prometo no perderme este verano otra puesta de sol desde la parte más oriental de la ciudad.

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