Muerte de un periódico

Siempre es triste que cierre un periódico, pero mucho más que lo sea el periódico en el que echaste los dientes de reportero. El periódico en el que te enseñaron las claves fundamentales de un oficio único. El mejor del mundo, dice García Márquez. Diario 16 falleció en noviembre de 2001. Conservo todavía el ejemplar. Ya no era el Diario 16 del Grupo 16. Juan Tomás de Salas lo vendió al grupo Voz, que no evitó el cierre. Umbral lo homenajea en este artículo.

Personalmente para mí murió cinco años antes, en diciembre de 1996, cuando cerró la edición de Málaga. Diario 16 Málaga. Afortunadamente casi todos los que formábamos esa redacción irrepetible de la calle Faro y luego de Compositor Lehmberg Ruiz seguimos ejerciendo el periodismo. Y siempre que charlo con Loma, Contreras, Domínguez, Teo, Tomás, Garde, Juande, Luis, Javi en algún momento de la conversación vuelve ese espíritu 16 del que tan orgullosos estábamos en aquella incierta y apasionada primera parte de los años noventa.

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LOS PLACERES Y LOS DIAS

Muerte de un periódico

FRANCISCO UMBRAL

EL MUNDO; 10-11-2001

Diario 16, el periódico que ahora muere, había nacido de una revista, de un semanario, como a veces suele ocurrir, y ahí está el caso de ABC, que nació de Blanco y negro, o sea el periódico naciendo del suplemento y no al revés. Cambio 16 tuvo un hallazgo fundamental, que fue convertir el rumor en noticia cuando no había noticias o era imposible darlas. La rumorología fue un estilo de vida y periodismo en Cambio 16, es decir, una forma de posibilismo periodístico que esta publicación ejerció con enorme eficacia. Luego, vino el periódico. Cambio 16 fue el libro de estilo (estilo de vida) de los ejecutivos de los 60, que llevaban la revista, recién comprada, en una mano, con un guante, una flor y las llaves del coche. Parecían unos señoritos de Serrano ilustrados, unos chismosos de la política, pero eran la nueva clase que iba a gobernar España con Suárez o con Felipe González. Una revolución silenciosa y sonriente.

Luego nació Diario 16 con todo el perfume del semanario, con el mismo olor a guante, a coche, a flor y a rumor. «Oigo el rumor de tu sed», escribió Paul Valéry. Pues bien, oíamos el rumor mundano de la sed de democracia y libertad que traían aquellos lectores del nuevo periódico. Dentro de la movida histórica general que supuso la muerte de Franco, el advenimiento de Juan Carlos y la etopeya de Adolfo Suárez, el periódico de Padre Damián (entonces) era ya una movida de clase media y alta con curiosidades y buen estilo, que se nutría de rumores exquisitos para devolvérselos a la sociedad en todos los espacios: Justicia, democracia, política pura, periodismo y relaciones peligrosas.

El País tenía más intelectuales y Diario 16 más ejecutivos, pero unos y otros olían bien, olían a rumor depurado, a papel couché y a porvenir. Quizá el error originario de Diario 16 estuvo en creer que un periódico diario puede hacerse con la misma fórmula que una revista, o sea, una antología del rumor. Uno piensa y recuerda que Diario 16 se resintió siempre de este planteamiento. La revista es ave hebdomadaria que puede picotear rumores toda la semana. El diario, amarillista, académico o de pensamiento, no puede despegarse de la realidad de lo que pasa, de lo que va a pasar, y se hace más en las corresponsalías de Madrid en Madrid que en los restaurantes de cinco tenedores.

Sea como fuere, Diario 16 resultó una gran alternativa entre las que ofrecía el periodismo del momento. Trabajé una temporada en Diario 16, cuando el Aladino de su lámpara era Pedro J. Ramírez. Estábamos en un galpón camino de Barajas, muy cerca de Miguel Yuste. Todo el maderamen de aquel periodismo olía a la brea de una vieja nao que no acababa de hundirse, pero que se escoraba por el peso glorioso de sus creadores, de sus directores, de sus escritores, entre el estilo metalúrgico de José Luis Gutiérrez y el empastelado político, porvenirista, de Pedro J. Cuando muere un periódico se le cae una almena a la democracia. Diario 16 lo tuvo todo para ser un gran periódico y a veces lo fue. Felipe González decía que era un periódico etarra. Ahora que ha desaparecido comprenderemos, los del guante y las llaves del coche, que nos era necesario.

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