Cadaqués y Sabina

Cadaqués 2010. Foto: Agustín Rivera

No me gusta descuidar el blog. Tengo lectores diarios y sé, por experiencia, la gran decepción que supone que en una semana no se actualicen los contenidos de una bitácora. Perdonádme. No prometo que no vuelva a ocurrir, pero confío en que sea dentro de mucho tiempo.

El fin de semana pasado preparé un esperadísimo viaje al Mediterráneo catalán. El lunes por la noche llegué a Cadaqués, un precioso pueblo costero de la Costa Brava, donde Salvador Dalí pasó su infancia y adolescencia. Un escenario de pedigrí. Varios amigos ya descubrieron hace tiempo las delicias del lugar (Antonio Soler y Garriga Vela) y quería corroborarlo con mi propia retina.

Aproveché la deliciosa estancia para visitar en barco el Cabo de Creus, el punto más oriental de la Península. Tomé el sol, me relajé y leí mucho. Tres libros. Una novela (Muntaner, 38, de Garriga) y dos obras casi inclasificables de lo maravillosas que son (Historias de Roma, de Enric González, y El anorak de Picasso, también Garriga). Os recomiendo esta triada de historias emocionantes. Tienen menos de 200 páginas y enseñan vida.

Durante seis días he sido muy feliz (también pasé, velozmente, por Madrid y Barcelona). Observé en Port Lligat el huevo que diseñó Dalí para su casa, absolutamente original, repleta de deslumbrante fantasía y luminosidad de arte. Sabía que Cadaqués me gustaría, pero jamás preveía que tanto. Eso ya me pasó con otros destinos. El primero que se me ocurre es Buenos Aires. Espero que el próximo viaje largo (quizá a Roma, por fin, no muy tarde) reúna los mismos ingredientes de este.

P.D: Nueva disculpa. Prometí un post del concierto de Joaquín Sabina del pasado 15 de julio en Málaga. Apunté muchas ideas en el bloc de notas del Nokia E63. Ahora esbozo algunas, sin orden y con desconcierto. Sabina interpretó El caso de la rubia platino, una joya que no te deberías perder. Está en Youtube.

A Sabina las musas no le hicieron «huelga de celos, ni siquiera servicios mínimos». Recordó aquella chica con medias negras, bufanda a cuadros y minifalda azul.

La entrada la compré en enero, un oscuro mediodía que se transformó en esperanza de principios de año. Siete meses después, disfruté de un chute de CD. Aquel bulevar de los sueños nunca rotos…

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