Los periodistas

Umbral publicó este artículo en 2003. Lleva idéntico título a otro que escribió en septiembre de 1998. Disecciona las tres categorías del reporterismo español de guerra: la sangrienta, la del truco y la del cazador de hombres. «El periodismo de enviado especial es un periodismo romántico», valora el escritor de periódicos. Se refiere Umbral a Julio Anguita Parrado. Ese mismo 10 de abril de 2003 también escribí de Julio.

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LOS PLACERES Y LOS DIAS

Los periodistas

FRANCISCO UMBRAL

EL MUNDO; 10-4-2003

Hemingway se pasó la Guerra Civil española en el bar Chicote de Madrid, protegido de sacos terreros, bebiendo ginebra y enviando unas crónicas infames por las que al poco tiempo le retirarían del empleo. Y es que Hemingway no tenía ganas de trabajar, pero tenía oficio. El oficio, la malicia profesional, son mejor que tener un sueldo.

Manuel Leguineche sabe mucho de estas historias que no ha vivido, pero él eligió la profesión del riesgo mejor que la profesión del truco, por eso todos son hoy hijos suyos. Digamos que el truco ha desaparecido del oficio. Hemingway, con su leyenda, les enseñó a todos que hay que jugarse la vida por una noticia y el alma por una noticia de cinco columnas. He conocido de cerca tres grandes periodistas de tirar tiros: el citado Hemingway, Leguineche y Luis Calvo. Los tres se hicieron Vietnam y eso es como hacer el bachillerato. Hoy existen, en la plantilla del reporterismo español de guerra, tres categorías: la categoría sangrienta de Hemingway, que a pesar de todo era un vicioso de la escopeta, aquellas escopetas románticas de nuestra Guerra Civil. Luego viene la categoría del truco que es la del que inventa la noticia para luego meterse dentro y salir de protagonista. Y finalmente, existe la categoría del cazador de hombres, tanto como de noticias, que va monte arriba a la busca del enemigo o del viejo montañero que le cuenta una historia.

El punto justo, sin retórica y sin truco, lo ha marcado Leguineche como dando un hachazo vasco en el corazón de la verdad dormida como Blancanieves. Pero en esta guerra ha ocurrido algo insólito: que Bush ha decidido no respetar el hotel de los periodistas, porque la información también es agresión y porque a él no le interesa demasiado que se difunda lo que está haciendo en Irak. Así es como han muerto ya algunos periodistas europeos y americanos, entre ellos varios españoles. El señor Bush, silenciosamente, ha declarado la guerra a los periodistas. Quisiera cortar todos los canales que informan sobre su manera de hacer la guerra en Washington, o sea el Pentágono, mientras él cena bien vestido (y ya es difícil) frente a su amigo Blair, que también tiene la sensación de que han ido un poco demasiado lejos. Dijo Jean Cocteau que hay que saber hasta dónde se llega un poco demasiado lejos. Pero Bush no ha leído a Cocteau ni falta que le hace.

Aquí el único que está disfrutando con su guerra es Bush, y ya proyecta cómo será la nueva Bagdad que él edifique. Blair tiene una cultura latina que se queda en los cuatro latinajos que el inglés ha robado al latín y que sólo dominaba Hamlet. En cuanto a nuestro ígnito presidente, no se han ocupado de él para nada y al final va a resultar un pillo de la guerra.

Los periodistas necesitan creer en la información porque la información son ellos, somos nosotros. En eso se nota que un periódico es bueno, en que la gente cree en lo que escribe y hasta muere por ello, como Parrado, que ése ya es un demasié y ha puesto en la aventura su honestidad y la de su padre, o sea que lo han matado. El periodismo de enviado especial es un periodismo romántico. Pero ha dicho Pedro J. Ramírez que no hay guerras de máquinas. Bien dicho, coño. Las guerras seguirán haciéndolas los hombres y Dios dirá.

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2 pensamientos en “Los periodistas

  1. Tío, Agustín, acabo de ver el video de la presentación de tu libro, y esa morena con cola tiene que ser musa o poesía o poeta, quiero decir que es una portada de La Bolsa de Pipas. ¿Le has preguntado si escribe algo? Buen trabajo en tu blog.
    Soy Román.
    Un abrazo.

  2. Personalísimo Román, gran ‘amante’ de las novelas de Javier Marías (esto es una maldad; bueno, mejor leer El Cultural del pasado jueves),

    Le preguntaré a María Ruiz, Luli Gigante en El Camino de los Ingleses, si tiene alguna semilla creativa que aportar a La Bolsa de Pipas (www.labolsadepipas.com). Seguro que la Gigante estará encantadísima.

    Un abrazo.

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