Moción de censura en Benalmádena

A modo de crónica gamberra

«Nada, no te preocupes, puedes dejar el coche ahí. Hoy los policías no estarán para poner multas». Dejo a mi nipónauto mal aparcado, frente a un chalé con un chucho vago. Ni me ladra. Fuera, los gritos se suceden. «Enrique Moya, ¡qué po…». «¿Cuánto vale un concejal?». Pitadas, silbatos. Ruido de hooligans de un lado y de otro. Boixos contra Ultrasur. Ahí, a dos metros, un tío con bigote, de cincuenta y pocos años, que me cae fatal. Lo único que hace es gritar y gritar. «¡Fuera, fuera!». Una señora, extranjera, por su acento la conoceréis, se sienta a mi lado (un bombón en la década de los cincuenta, segurísimo) me pregunta quién es el idiota del bigote. «No lo sé. Ni idea», le contesto. «Moya, el pueblo no te apoya». «Carnero, amigo, el pueblo está contigo».

Alguien dice que hay que gobernar sin sectarismos. Una chica hace continuos cortes de mangas. Otra parece una Lolita. Gasta unas gafas de sol enormes -verdes, sin brotes- y saborea, poco a poco, una piruleta que frambuesean -aún más- sus labios. Claro, joder, es que no estoy en lo que estoy. Es lo que tiene esto de las -previsibles- mociones de censura (el domingo ya me lo anticipaba un buen amigo paseando, qué clasico, qué bueno, también, por el Paseo Marítimo de La Malagueta). Bartolomé Florido dice que estoy del cambio está increíble. Lo más de lo más. «¡He vivido tantos años de Dictadura!».

Esto parece un campo de fútbol. «¡A por ellos!». Los otros, contraatacan: «¡Manos arriba, esto es un atraco!». Proyectos megalómanos. Una deuda (la de Enrique Bolín) de 160 millones de euros. Y Carnero: 33 millones de inversiones en dos años, 80% adjudicado. Moya: nula gestión o mala, qué da igual, ¿verdad?, del todavía (a las 12.30 horas) alcalde de Benalmádena. «¡Judas!» «Adiós, Pilatos». Las frases ahora son biblícas, nuevotestamentarias. ¿Hay tránsfugas en el pueblo?

13 y 12 horas. 13 votos a favor de la moción y 12 en contra. Moya jura, que eso de prometer conmigo no va. «¡Adiós, con el corazón, que con el alma no puedooooo!». Heredia, Bustinduy, Rafa Fuentes, Centeno (el cesado por Pendón), Susana Radío, abrazan a Carnero, que se va del consistorio entre gritos de alcalde y él saliendo con la mano levantada.

«¡Corrupto!». «¡Que en dos años volvemos!». O en menos. «¿Quién es ese?», Who’s that boy? pregunto a bocajarro. El chaval de ¿NNGG? no sabe. «Ese es, ese es…». «¡El próximo eres tú!». ¡Ah! Es Jesús Fortes, el que siempre quiso ser alcalde pepero. Bendodo sale al balcón y la hinchada del puño y la rosa le hacen la peseta, cortes de mangas y le dicen cosas irrespetuosas, qué pena, pero él sigue saludando a sus chicos/chicas Telva y Louise.

«Esto ha estado muy divertido». «¡Cómo te gusta meterte en líos, cuando hay follón!». El nipónauto sigue ahí. Al fondo, un cielo sin censura. Un Mediterráneo sin mociones. Ni Carneros ni Moyas. Benalmádena.

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