Testigo Directo en El Mundo sobre las ruinas del terremoto de Kobe

Las ruinas del terremoto

AGUSTIN RIVERA ULTIMA

El Mundo; Testigo Directo; 18/01/1999; página 52

Tiene 64 años. Vive cerca del mar, en Port Island, una isla artificial creada hace 30 años ante la falta de espacio físico de la ciudad, plagada de edificios de oficinas, un instituto femenino de lujo y grandes volúmenes de mercancías del vecino puerto. Pero Tatsuo Sakudai no vive en un apartamento millonario, ni con vistas al Pacífico: apenas tiene 30 metros cuadrados.

En invierno tiene que enchufar a la calefacción a 28 grados para no morirse de frío y en verano la temperatura sobrepasa, en varias ocasiones, los 40 grados. Sakudai es uno de los 400 inquilinos de las casas prefabricadas sufragadas por el Ayuntamiento en esta zona de la ciudad, destinada a alojar a los vecinos de Kobe (Japón) que se quedaron sin hogar después del terremoto del 17 de enero de 1995. Su vivienda provisional, dijeron las autoridades, ya dura cuatro años.

«Han arreglado muchas calles, lo están dejando todo muy bonito, pero, ¿qué pasa con nosotros? ¿Por qué después de cuatro años todavía estamos aquí?» El lamento de Sakudai lo corrobora Eiko Tochishita, viuda, de 66 años, mientras prepara un plato de tallarines con sopa en el centro social de la comunidad que han formado. El Ayuntamiento de Kobe y el Gobierno estatal han destinado 91.000 millones de dólares para la restauración de Kobe.

Sin embargo, muchos sufren aún, no sólo por la desaparición de familiares y amigos, sino por el olvido institucional, que ahora promete que en marzo desaparecerá el gueto de Port Island.
En ese recinto viven jubilados y minusválidos. De tarde en tarde los visitan algún hijo y los nietos, cuyos alegres y coloreados dibujos decoran la sala común. Lo que les salva a ellos de la depresión, de la pesadilla vital que comenzó un lunes a las 5.46 horas, cuando el terremoto sembró el pánico y la muerte en Kobe y los alrededores, es la pequeña y sencilla comunidad que han formado.

Cocinan juntos, se distraen con la televisión, charlan sobre su futuro y rezan al unísono. Ya son una familia. El terremoto los unió en la tragedia, pero están contentos de haber encontrado una razón de vivir.

La amargura se explica con estadísticas. Según datos de la policía de Hyogo, aún hay 15.000 personas sin un hogar digno. Y eso a pesar de que en el último año la cifra se ha reducido. En 1998 existían 42.000 personas residentes en 24.000 casas prefabricadas. La mayoría mayores de 65 años.

En este tipo de casas han fallecido desde el terremoto 227 personas. Algunas se han suicidado. ¿Los motivos? En este tipo de viviendas, desperdigadas por varios puntos de Kobe, la incomunicación entre los vecinos es asfixiante. A numerosos fallecidos los encuentran incluso meses después de morir, cuando el intenso olor del cadáver se propaga por todo el vecindario.
Cuatro años después, ayer, los ciudadanos de Kobe recordaron a sus muertos. Un reguero de velas iluminó la ciudad. Con ellas escribieron, en caracteres japoneses, la fecha del desastre: «1.17». Entonces la tierra se retorció, se tragó 6.500 vidas y redujo Kobe a ruinas. Hoy, 15.000 ruinas humanas buscan la paz.

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